VOCES - ALM
Ante todo, disculpas por mi letargo. Estoy despertando poco a poco...
El motivo de mi reentrada en esta bitácora es gritar un poquito contra la corriente oficial. Como muchos de los que nos leen, tengo relación desde hace años con el colectivo de las Personas Sin Hogar. Recientemente, un gesto poco afortunado al respecto del periodista retratado en la foto superior ha degenerado en el linchamiento mediático de este señor, especialmente en el ámbito de las redes sociales de internet. He recibido varias invitaciones para adherirme a ellas. Dado que, para estupor de algunos, he pasado olímpicamente del tema, me gustaría aprovechar este espacio para explicarme y, de paso, molestar a algunos pelmazos.
Punto primero: la intervención de Manolo Lama estuvo mal. Su contrastada profesionalidad hace aún más inexplicable la falta de sensibilidad demostrada. Quizás se enajenó, envalentonado por la protección que le garantizaba la masa frente a una víctima propiciatoria, sazonada por la sublimación guerrera de la previa de un partido de fútbol. O más sinceramente, sacó a relucir, en un acto de pública intimidad, lo que muchos piensan de los que viven en la calle. Insisto, la acción es reprobable, pero el infractor pidió disculpas con las mismas armas que erró. Fin.
Sin embargo, esta catarsis personal no ha servido para que aprendamos gran cosa. De hecho, miles de anónimos que jamás se habían planteado la problemática de los "sin hogar" han bramado por la testa del deportivo (ignoro si deportista) comunicador. Deberán coincidir conmigo en que se trata de un curioso fenómeno sociológico: algunos (muchos) tienen una opinión poco favorable, por no decir negativa, de determinadas minorías. La propaganda no (y sí) gubernamental, por razón de un sintético sentimiento de culpa, relega estas pulsiones casi al fondo del subconsciente colectivo (suponiendo que exista). Así, se permanece en estado latente hasta que alguien rebasa la delgada línea roja que separa la ideología pública y privada y, entonces, ... ¡zas! se salta a la yugular (digital o analógica) del presunto delincuente, movidos por una suerte de espasmo condicionado.
Lo anterior constituye un inquietante diagnóstico de la sociedad en que vivimos. Puedo llegar a entender que los mismos espectadores que canonizan a determinados personajes lleven sin juicio justo a la hoguera a Manolo Lama. Me resigno a que ambos sean un efecto colateral no deseado de esta nuestra democracia televisiva. Ahora bien, la actitud de las ONGs (y pertenezco a varias) en ocasiones como esta se manifiesta con un evidente fariseismo de ocasión.
Ahora, ya pueden cerrar la boca y bajar las manos de la cabeza, porque voy a aclarar mi punto de vista. Los partidos políticos mayoritarios, y los intereses que los sustentan, han logrado, hábilmente eso sí, inutilizar los movimientos ciudadanos. Y lo que es peor, han orientado la actividad de muchas entidades a la de burdos inquisidores de lo políticamente correcto.
Ciertamente, me resbala que sea ético o no que la Mazagatos duerma entre cartones para saber qué se sueña en una acera, o que una bebida refrescante patrocine el Camino de Santiago a una docena de homeless. Lo que me preocupa y me exalta es que las organizaciones a las que contribuyo a mantener no levanten la voz denunciando la situación en que viven estas personas, ni sean firmes al pedir más recursos para ellos, ni despierten a los ciudadanos la curiosidad por descubrir el verdadero origen de la desigualdad. Otra cuestión sería una pérdida de tiempo.
Ante todo, disculpas por mi letargo. Estoy despertando poco a poco...
El motivo de mi reentrada en esta bitácora es gritar un poquito contra la corriente oficial. Como muchos de los que nos leen, tengo relación desde hace años con el colectivo de las Personas Sin Hogar. Recientemente, un gesto poco afortunado al respecto del periodista retratado en la foto superior ha degenerado en el linchamiento mediático de este señor, especialmente en el ámbito de las redes sociales de internet. He recibido varias invitaciones para adherirme a ellas. Dado que, para estupor de algunos, he pasado olímpicamente del tema, me gustaría aprovechar este espacio para explicarme y, de paso, molestar a algunos pelmazos.
Punto primero: la intervención de Manolo Lama estuvo mal. Su contrastada profesionalidad hace aún más inexplicable la falta de sensibilidad demostrada. Quizás se enajenó, envalentonado por la protección que le garantizaba la masa frente a una víctima propiciatoria, sazonada por la sublimación guerrera de la previa de un partido de fútbol. O más sinceramente, sacó a relucir, en un acto de pública intimidad, lo que muchos piensan de los que viven en la calle. Insisto, la acción es reprobable, pero el infractor pidió disculpas con las mismas armas que erró. Fin.
Sin embargo, esta catarsis personal no ha servido para que aprendamos gran cosa. De hecho, miles de anónimos que jamás se habían planteado la problemática de los "sin hogar" han bramado por la testa del deportivo (ignoro si deportista) comunicador. Deberán coincidir conmigo en que se trata de un curioso fenómeno sociológico: algunos (muchos) tienen una opinión poco favorable, por no decir negativa, de determinadas minorías. La propaganda no (y sí) gubernamental, por razón de un sintético sentimiento de culpa, relega estas pulsiones casi al fondo del subconsciente colectivo (suponiendo que exista). Así, se permanece en estado latente hasta que alguien rebasa la delgada línea roja que separa la ideología pública y privada y, entonces, ... ¡zas! se salta a la yugular (digital o analógica) del presunto delincuente, movidos por una suerte de espasmo condicionado.
Lo anterior constituye un inquietante diagnóstico de la sociedad en que vivimos. Puedo llegar a entender que los mismos espectadores que canonizan a determinados personajes lleven sin juicio justo a la hoguera a Manolo Lama. Me resigno a que ambos sean un efecto colateral no deseado de esta nuestra democracia televisiva. Ahora bien, la actitud de las ONGs (y pertenezco a varias) en ocasiones como esta se manifiesta con un evidente fariseismo de ocasión.
Ahora, ya pueden cerrar la boca y bajar las manos de la cabeza, porque voy a aclarar mi punto de vista. Los partidos políticos mayoritarios, y los intereses que los sustentan, han logrado, hábilmente eso sí, inutilizar los movimientos ciudadanos. Y lo que es peor, han orientado la actividad de muchas entidades a la de burdos inquisidores de lo políticamente correcto.
Ciertamente, me resbala que sea ético o no que la Mazagatos duerma entre cartones para saber qué se sueña en una acera, o que una bebida refrescante patrocine el Camino de Santiago a una docena de homeless. Lo que me preocupa y me exalta es que las organizaciones a las que contribuyo a mantener no levanten la voz denunciando la situación en que viven estas personas, ni sean firmes al pedir más recursos para ellos, ni despierten a los ciudadanos la curiosidad por descubrir el verdadero origen de la desigualdad. Otra cuestión sería una pérdida de tiempo.