LA VIDA BAJO EL PUENTE
FRANCISCO BERNAL GARCÍA - VOCES
El mes de agosto ha deparado algunas sorpresas urbanísticas a los habitantes de Sevilla. Una de ellas ha sido la instalación de un recinto vallado debajo del Puente de San Bernardo. La finalidad de esta verja no es otra que la de proporcionar un aparcamiento seguro a las motocicletas de los trabajadores del Parque de Bomberos que existe junto a dicho puente. Se trata de una actuación sorprendente: no es habitual que el Ayuntamiento proceda a acotar con vallas un trozo de acera de la vía pública, por mucho que los beneficiarios de tal medida sean los integrantes de un cuerpo tan útil y necesario como el de bomberos.
El interrogante encuentra fácil respuesta si tenemos en cuenta que los bajos del puente han sido, durante los últimos años, el espacio en el que ha pernoctado una pareja de personas sin hogar, que tenía allí instalada una tienda de campaña. Este hecho había sido "denunciado" por medios de comunicación locales, que habían subrayado la "mala imagen" y la "suciedad" que la presencia de esas personas conllevaba para dicho enclave de la ciudad. La Policía Local había conminado en varias ocasiones a los "habitantes del puente" a trasladar sus pertenencias a otro lugar, pero la persistencia de éstos a la hora de regresar al que consideraban "su sitio", ha terminado por llevar a nuestras autoridades locales a recurrir al drástico expediente de la verja.
La estrategia ha obtenido el resultado apetecido. El Puente de San Bernardo se encuentra ahora libre de personas sin hogar y la pareja que anteriormente lo habitaba se ha trasladado a un lugar menos visible, donde su presencia resulta menos molesta y donde es de suponer que las cámaras de los fotógrafos de prensa tardarán en localizarlos -al menos, hasta que alguien proceda a edificar el descampado en el que ahora viven. Pero... ¿se ha solucionado algo?
El sinhogarismo constituye un grave problema en la ciudad de Sevilla. Cada vez son más las personas a las que la pobreza, las enfermedades mentales y las adicciones llevan a dormir en la calle. Los recursos desplegados por las administraciones públicas son insuficientes. La escasez de plazas de albergue y la ausencia de una política integral para la inclusión social de las personas sin hogar hacen que sea muy difícil atisbar un poco de luz para el tunel de los que viven bajo el puente. Frente a esta situación de nada valen las verjas. No podemos llenar de vallas las aceras de nuestra ciudad, con la esperanza de que los marginados, acosados, terminen por abandonarlas y nos libren de su "desagradable" presencia. Son otras las soluciones que necesitamos.
El interrogante encuentra fácil respuesta si tenemos en cuenta que los bajos del puente han sido, durante los últimos años, el espacio en el que ha pernoctado una pareja de personas sin hogar, que tenía allí instalada una tienda de campaña. Este hecho había sido "denunciado" por medios de comunicación locales, que habían subrayado la "mala imagen" y la "suciedad" que la presencia de esas personas conllevaba para dicho enclave de la ciudad. La Policía Local había conminado en varias ocasiones a los "habitantes del puente" a trasladar sus pertenencias a otro lugar, pero la persistencia de éstos a la hora de regresar al que consideraban "su sitio", ha terminado por llevar a nuestras autoridades locales a recurrir al drástico expediente de la verja.
La estrategia ha obtenido el resultado apetecido. El Puente de San Bernardo se encuentra ahora libre de personas sin hogar y la pareja que anteriormente lo habitaba se ha trasladado a un lugar menos visible, donde su presencia resulta menos molesta y donde es de suponer que las cámaras de los fotógrafos de prensa tardarán en localizarlos -al menos, hasta que alguien proceda a edificar el descampado en el que ahora viven. Pero... ¿se ha solucionado algo?
El sinhogarismo constituye un grave problema en la ciudad de Sevilla. Cada vez son más las personas a las que la pobreza, las enfermedades mentales y las adicciones llevan a dormir en la calle. Los recursos desplegados por las administraciones públicas son insuficientes. La escasez de plazas de albergue y la ausencia de una política integral para la inclusión social de las personas sin hogar hacen que sea muy difícil atisbar un poco de luz para el tunel de los que viven bajo el puente. Frente a esta situación de nada valen las verjas. No podemos llenar de vallas las aceras de nuestra ciudad, con la esperanza de que los marginados, acosados, terminen por abandonarlas y nos libren de su "desagradable" presencia. Son otras las soluciones que necesitamos.