SILVIA TORRALBA
Girar la esquina y encontrar un parque con un espacio reservado para, en medio de la ciudad, plantar lechugas, patatas o laurel. Los huertos urbanos crecen cada vez más en España impulsados por vecinos, entidades y administraciones.
A dos calles de los juzgados de Alicante, los vecinos y vecinas del barrio José Antonio tienen en marcha desde hace una década un parque propio en el que se plantan todo tipo de verduras y hortalizas y en el que colaboran más entidades de la zona. El jardín lo cuidan dos monitores pero los vecinos también participan en este proyecto comunitario.
“Al parque vienen organizaciones de apoyo a personas con discapacidad psíquica y enfermedad mental, que se traen la merienda y ayudan a cuidar las plantas, pero también vienen chicos del centro social y vecinos, como una señora del barrio que no puede tener plantas en su casa y que tiene un rincón en este parque”, explica Rafael Roble, miembro de la asociación de vecinos Sol d’Alacant.
La experiencia de este parque-huerto en mitad de la ciudad no es algo excepcional en España. Cada vez más, entidades de vecinos, organizaciones sociales y ayuntamientos reservan y recuperan espacios para convertirlos en huertos urbanos. ¿El objetivo? Contar con un espacio verde al tiempo que se promueven valores de solidaridad, cooperativismo y respeto al medio.
En Barcelona, hace ya más de seis años que un grupo de personas ocupó Can Masdeu, una antigua leprosería que se encuentra en la sierra de Collserola. A través de un centro social abierto se realizan talleres de agroecología para grupos no escolares, se ha puesto en marcha un pequeño banco de semillas y se cultiva un huerto comunitario en el que participan las personas que viven en Can Masdeu y los vecinos.
“En los huertos de la casa se cultiva la mayoría de los vegetales que comemos, compramos la comida seca a cooperativas ecológicas, vamos en bici, tenemos un lavabo compostable, hay una ducha con agua calentada con colectores solares, tenemos agua de los manantiales, se clasifica la basura en unos ocho tipos para reutilizar y reducir lo que se tira, se limpia el agua en un sistema de aguas grises…”, explican desde Can Masdeu, que con esta iniciativa se posicionan a favor de otro modelo de vida que reduce su impacto social y ecológico.
Si en Barcelona la gente de Can Masdeu recuperó una antigua leprosería para impulsar iniciativas como su huerto comunitario, en Madrid los vecinos y vecinas del barrio del Pilar han recuperado un solar que se utilizaba como vertedero y que ahora da cebollas, patatas, coliflores, laurel y hasta fresas cuando llega la época. Jóvenes y adultos participan en este espacio rural dentro de la ciudad y en el que no se utilizan pesticidas y se aprende a respetar la naturaleza.
Los ayuntamientos también se implican
Las propuestas del barrio del Pilar en Madrid, de la asociación de vecinos del barrio alicantino de José Antonio y de Can Masdeu son un ejemplo de huertos urbanos autogestionados e impulsados por la gente de a pié y entidades sociales. Pero cada vez más, ayuntamientos locales apuestan por este tipo de iniciativas.
En enero, el Ayuntamiento de Santander presentó los primeros 30 huertos urbanos sostenibles del municipio que, a partir de abril, podrán cultivar jubilados y personas con discapacidad. Como decía Carmen Ruiz, concejala de Medio Ambiente, durante la presentación de la iniciativa, la idea es crear un espacio de encuentro para llevar a cabo actividades medioambientales y que participen colectivos como el Comité Español de Representantes de Minusválidos (Cermi). Con el tiempo, también se pretende crear un huerto de cereales y un semillero que recoja variedades locales de cultivo que se están perdiendo. En Albacete, por su parte, el consistorio también anunció hace unas semanas que, junto a la Asociación de Horticultores de Ocio Ecológico, creará hasta 33 huertos urbanos que se convertirán en una herramienta importante para las escuelas de la zona y grupos organizados.
En otros lugares como Barcelona, en cambio, ya hace unos diez años que los jubilados y jubiladas de la ciudad pueden acceder a cualquiera de las más de 200 parcelas que se distribuyen en nueve huertos urbanos. Todo ello, no sólo para tener un sitio en el que cultivar de manera ecológica sino también para “generar un tejido de nuevas relaciones y mejorar su calidad de vida”, explica el Ayuntamiento.
El huerto, también en el cole
Todas estas iniciativas se suman a otras que aprovechan la idea de tener un huerto urbano para incluirlo en las escuelas y sensibilizar así a los más pequeños y, de paso, al resto de la familia. Eso es lo que hacen varios centros de municipios como Badalona, Mallorca y las islas Canarias. A través de la Escuela de Naturaleza del ayuntamiento de Badalona, las escuelas pueden tener un espacio para conrear durante el curso escolar y enseñar de esta manera a los alumnos los cultivos típicos del mediterráneo y relacionarlo con los alimentos que comen en casa.
Sensibilizar a los alumnos y alumnas en temas medioambientales y mejorar su relación con el entorno, conocer las técnicas de cultivo de la agricultura ecológica, tener contacto directo con la tierra, el agua y las semillas y hasta comprender los ciclos biológicos de las plantas y de las estaciones son otros de los objetivos de este tipo de huertos en la escuelas. Por eso, en algunos sitios como las islas Canarias, el gobierno quiere que haya un huerto en cada centro escolar, y en Baleares la administración quiere que los huertos también pasen de curso y, además de en las escuelas, se creen en los institutos.
¿Qué Puedo hacer yo?
¿Hay un solar sin uso en tu barrio? Infórmate y recupéralo para poner en marcha un huerto urbano comunitario. ¡Si estudias o trabajas en una escuela también puedes proponer crear un huerto como una herramienta más de aprendizaje!
Entra en la web de la fundación Terra para saber algunos consejos sobre cómo poner en marcha tu huerto ecológico.
Más información:
Girar la esquina y encontrar un parque con un espacio reservado para, en medio de la ciudad, plantar lechugas, patatas o laurel. Los huertos urbanos crecen cada vez más en España impulsados por vecinos, entidades y administraciones.
A dos calles de los juzgados de Alicante, los vecinos y vecinas del barrio José Antonio tienen en marcha desde hace una década un parque propio en el que se plantan todo tipo de verduras y hortalizas y en el que colaboran más entidades de la zona. El jardín lo cuidan dos monitores pero los vecinos también participan en este proyecto comunitario.
“Al parque vienen organizaciones de apoyo a personas con discapacidad psíquica y enfermedad mental, que se traen la merienda y ayudan a cuidar las plantas, pero también vienen chicos del centro social y vecinos, como una señora del barrio que no puede tener plantas en su casa y que tiene un rincón en este parque”, explica Rafael Roble, miembro de la asociación de vecinos Sol d’Alacant.
La experiencia de este parque-huerto en mitad de la ciudad no es algo excepcional en España. Cada vez más, entidades de vecinos, organizaciones sociales y ayuntamientos reservan y recuperan espacios para convertirlos en huertos urbanos. ¿El objetivo? Contar con un espacio verde al tiempo que se promueven valores de solidaridad, cooperativismo y respeto al medio.
En Barcelona, hace ya más de seis años que un grupo de personas ocupó Can Masdeu, una antigua leprosería que se encuentra en la sierra de Collserola. A través de un centro social abierto se realizan talleres de agroecología para grupos no escolares, se ha puesto en marcha un pequeño banco de semillas y se cultiva un huerto comunitario en el que participan las personas que viven en Can Masdeu y los vecinos.
“En los huertos de la casa se cultiva la mayoría de los vegetales que comemos, compramos la comida seca a cooperativas ecológicas, vamos en bici, tenemos un lavabo compostable, hay una ducha con agua calentada con colectores solares, tenemos agua de los manantiales, se clasifica la basura en unos ocho tipos para reutilizar y reducir lo que se tira, se limpia el agua en un sistema de aguas grises…”, explican desde Can Masdeu, que con esta iniciativa se posicionan a favor de otro modelo de vida que reduce su impacto social y ecológico.
Si en Barcelona la gente de Can Masdeu recuperó una antigua leprosería para impulsar iniciativas como su huerto comunitario, en Madrid los vecinos y vecinas del barrio del Pilar han recuperado un solar que se utilizaba como vertedero y que ahora da cebollas, patatas, coliflores, laurel y hasta fresas cuando llega la época. Jóvenes y adultos participan en este espacio rural dentro de la ciudad y en el que no se utilizan pesticidas y se aprende a respetar la naturaleza.
Los ayuntamientos también se implican
Las propuestas del barrio del Pilar en Madrid, de la asociación de vecinos del barrio alicantino de José Antonio y de Can Masdeu son un ejemplo de huertos urbanos autogestionados e impulsados por la gente de a pié y entidades sociales. Pero cada vez más, ayuntamientos locales apuestan por este tipo de iniciativas.
En enero, el Ayuntamiento de Santander presentó los primeros 30 huertos urbanos sostenibles del municipio que, a partir de abril, podrán cultivar jubilados y personas con discapacidad. Como decía Carmen Ruiz, concejala de Medio Ambiente, durante la presentación de la iniciativa, la idea es crear un espacio de encuentro para llevar a cabo actividades medioambientales y que participen colectivos como el Comité Español de Representantes de Minusválidos (Cermi). Con el tiempo, también se pretende crear un huerto de cereales y un semillero que recoja variedades locales de cultivo que se están perdiendo. En Albacete, por su parte, el consistorio también anunció hace unas semanas que, junto a la Asociación de Horticultores de Ocio Ecológico, creará hasta 33 huertos urbanos que se convertirán en una herramienta importante para las escuelas de la zona y grupos organizados.
En otros lugares como Barcelona, en cambio, ya hace unos diez años que los jubilados y jubiladas de la ciudad pueden acceder a cualquiera de las más de 200 parcelas que se distribuyen en nueve huertos urbanos. Todo ello, no sólo para tener un sitio en el que cultivar de manera ecológica sino también para “generar un tejido de nuevas relaciones y mejorar su calidad de vida”, explica el Ayuntamiento.
El huerto, también en el cole
Todas estas iniciativas se suman a otras que aprovechan la idea de tener un huerto urbano para incluirlo en las escuelas y sensibilizar así a los más pequeños y, de paso, al resto de la familia. Eso es lo que hacen varios centros de municipios como Badalona, Mallorca y las islas Canarias. A través de la Escuela de Naturaleza del ayuntamiento de Badalona, las escuelas pueden tener un espacio para conrear durante el curso escolar y enseñar de esta manera a los alumnos los cultivos típicos del mediterráneo y relacionarlo con los alimentos que comen en casa.
Sensibilizar a los alumnos y alumnas en temas medioambientales y mejorar su relación con el entorno, conocer las técnicas de cultivo de la agricultura ecológica, tener contacto directo con la tierra, el agua y las semillas y hasta comprender los ciclos biológicos de las plantas y de las estaciones son otros de los objetivos de este tipo de huertos en la escuelas. Por eso, en algunos sitios como las islas Canarias, el gobierno quiere que haya un huerto en cada centro escolar, y en Baleares la administración quiere que los huertos también pasen de curso y, además de en las escuelas, se creen en los institutos.
¿Qué Puedo hacer yo?
¿Hay un solar sin uso en tu barrio? Infórmate y recupéralo para poner en marcha un huerto urbano comunitario. ¡Si estudias o trabajas en una escuela también puedes proponer crear un huerto como una herramienta más de aprendizaje!
Entra en la web de la fundación Terra para saber algunos consejos sobre cómo poner en marcha tu huerto ecológico.
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