El problema, para el pueblo de al lado
Paco Veiga
¿Por qué los núcleos de chabolas en la Gran Sevilla aparecen en las fronteras entre dos municipios? ¿Escogen los chabolistas estos emplazamientos o los empujan donde menos moleste su presencia? Sólo en los últimos tiempos los servicios sociales municipales –pero no todos– se ponen las pilas.
Casi invisibles, las chabolas donde viven los hermanos Ruiz Bermúdez están bajo el Puente de Hierro, (entre San Juan de Aznalfarache y Sevilla). Junto al monumento al futuro que es el contiguo puente para el Metro de Sevilla, las cuatro o cinco chabolas en las que viven desde hace cuatro años –cada hermano, con su mujer y sus hijos, en total unas 30 personas– es un monumento a la supervivencia en condiciones que oficialmente están desterradas del siglo XXI.
“Queremos irnos, tener la oportunidad de ir a vivir a una vivienda, pero cuando preguntamos en el Ayuntamiento de Sevilla nos mandan a San Juan de Aznalfarache, y allí nos dicen que somos de Sevilla”, explica el hermano que lleva la voz cantante, Román Ruiz Bermúdez. La única ayuda que les llega, cuentan, es la visita de tanto en tanto de “Jorge [Morillo, conocido por su atención a los chabolistas de toda Sevilla]”.
También viene a verlos la policía de tanto en tanto, a identificarlos. “Pero nosotros no somos los que robamos chatarra en las obras del Metro de Sevilla, son nuestros vecinos, y ellos nos han quitado el frío este invierno con tablones que les sobraban”, remacha.
La vida de esta familia –otra vive un poco más allá en este poblado técnicamente en Sevilla, pero en su misma frontera– se resume en vender chatarra en el Aljarafe, jugarse la vida para cruzar la ronda de circunvalación SE-30 a pie para aprovisionarse de agua y comida en Sevilla y llevar, también andando, a los niños hasta el colegio de las Tres Mil Viviendas cuando el tiempo por las mañanas no es demasiado duro.
“Los llevaba antes en coche, pero soy analfabeto y no tengo carné de conducir, mi mujer se lo está sacando. ¿No nos podrían poner un autobús?”, sigue este hombre, quien cuenta que todos ellos recibieron del Ayuntamiento de Sevilla los famosos 42.000 euros por abandonar las chabolas de Los Bermejales en 2004.
Luego se compraron un piso en Las Vegas. “Pero me dio miedo el ambiente, por los niños, con tanta jeringuilla... y nos fuimos. Nadie me ha querido comprar el piso y aquí estamos: en invierno se nos arría la chabola y en verano nos comen las pulgas”. Este grupo llegó a instalar las chabolas al otro lado del río, cuentan:“Pero nos echó uno con un Land Rover que dijo que era el guarda del río”.
¿Cuánto tiempo tarda en montarse una chabola? José Silva tiene dos décadas a sus espaldas en el asentamiento de Alcalá de Guadaíra, situado justo al lado de Torreblanca, barrio de la capital hispalense, desde que el Ayuntamiento de Sevilla los expulsara –en una operación de cosmética urbanística en 1992– veinte metros más allá, al municipio de al lado.
Explica que se construye una buena chabola en una semana, pero no dura más de dos años. Todavía recuerda ese “desalojo por la fuerza” y espera que vuelvan los Servicios Sociales de Alcalá de Guadaíra , ausentes, cuenta, desde “hace meses”.
“Tenían entretenidos a los chiquillos”, rememora, aunque lo que él y su familia, de vendedores de hierro y cartón, quieren es que les den “una vivienda y dinero”. Ellos sí han podido empadronarse en Alcalá de Guadaíra. Su mujer, Pastora Silva, está orgullosa de vivir en la “chabola con el número 1”, aunque menos del calor, las culebras, las ratas (más osadas, pasean sobre los catres y llegan a morder a los que duermen dentro), los peligros para los niños y todas las incomodidades imaginables: “Que vinieran los políticos un par de noches a dormir aquí, que dirían ‘demasiado aguantan los gitanillos”.
Sus niños acuden al colegio Menéndez Pidal de Torreblanca y los enfermos reciben asistencia en la barriada. “A Alcalá de Guadaíra sólo vamos a renovar el DNI, y en Torreblanca [a diez minutos a pie] ya he hecho amigos de tanto cruzarme con la misma gente”, cuenta el marido. Duermen en el término municipal de Alcalá. Su vida la hacen en Sevilla. Y están hartos de la chabola. No entienden que les acusen de preferir ese estilo de vida.
Casi invisibles, las chabolas donde viven los hermanos Ruiz Bermúdez están bajo el Puente de Hierro, (entre San Juan de Aznalfarache y Sevilla). Junto al monumento al futuro que es el contiguo puente para el Metro de Sevilla, las cuatro o cinco chabolas en las que viven desde hace cuatro años –cada hermano, con su mujer y sus hijos, en total unas 30 personas– es un monumento a la supervivencia en condiciones que oficialmente están desterradas del siglo XXI.
“Queremos irnos, tener la oportunidad de ir a vivir a una vivienda, pero cuando preguntamos en el Ayuntamiento de Sevilla nos mandan a San Juan de Aznalfarache, y allí nos dicen que somos de Sevilla”, explica el hermano que lleva la voz cantante, Román Ruiz Bermúdez. La única ayuda que les llega, cuentan, es la visita de tanto en tanto de “Jorge [Morillo, conocido por su atención a los chabolistas de toda Sevilla]”.
También viene a verlos la policía de tanto en tanto, a identificarlos. “Pero nosotros no somos los que robamos chatarra en las obras del Metro de Sevilla, son nuestros vecinos, y ellos nos han quitado el frío este invierno con tablones que les sobraban”, remacha.
La vida de esta familia –otra vive un poco más allá en este poblado técnicamente en Sevilla, pero en su misma frontera– se resume en vender chatarra en el Aljarafe, jugarse la vida para cruzar la ronda de circunvalación SE-30 a pie para aprovisionarse de agua y comida en Sevilla y llevar, también andando, a los niños hasta el colegio de las Tres Mil Viviendas cuando el tiempo por las mañanas no es demasiado duro.
“Los llevaba antes en coche, pero soy analfabeto y no tengo carné de conducir, mi mujer se lo está sacando. ¿No nos podrían poner un autobús?”, sigue este hombre, quien cuenta que todos ellos recibieron del Ayuntamiento de Sevilla los famosos 42.000 euros por abandonar las chabolas de Los Bermejales en 2004.
Luego se compraron un piso en Las Vegas. “Pero me dio miedo el ambiente, por los niños, con tanta jeringuilla... y nos fuimos. Nadie me ha querido comprar el piso y aquí estamos: en invierno se nos arría la chabola y en verano nos comen las pulgas”. Este grupo llegó a instalar las chabolas al otro lado del río, cuentan:“Pero nos echó uno con un Land Rover que dijo que era el guarda del río”.
¿Cuánto tiempo tarda en montarse una chabola? José Silva tiene dos décadas a sus espaldas en el asentamiento de Alcalá de Guadaíra, situado justo al lado de Torreblanca, barrio de la capital hispalense, desde que el Ayuntamiento de Sevilla los expulsara –en una operación de cosmética urbanística en 1992– veinte metros más allá, al municipio de al lado.
Explica que se construye una buena chabola en una semana, pero no dura más de dos años. Todavía recuerda ese “desalojo por la fuerza” y espera que vuelvan los Servicios Sociales de Alcalá de Guadaíra , ausentes, cuenta, desde “hace meses”.
“Tenían entretenidos a los chiquillos”, rememora, aunque lo que él y su familia, de vendedores de hierro y cartón, quieren es que les den “una vivienda y dinero”. Ellos sí han podido empadronarse en Alcalá de Guadaíra. Su mujer, Pastora Silva, está orgullosa de vivir en la “chabola con el número 1”, aunque menos del calor, las culebras, las ratas (más osadas, pasean sobre los catres y llegan a morder a los que duermen dentro), los peligros para los niños y todas las incomodidades imaginables: “Que vinieran los políticos un par de noches a dormir aquí, que dirían ‘demasiado aguantan los gitanillos”.
Sus niños acuden al colegio Menéndez Pidal de Torreblanca y los enfermos reciben asistencia en la barriada. “A Alcalá de Guadaíra sólo vamos a renovar el DNI, y en Torreblanca [a diez minutos a pie] ya he hecho amigos de tanto cruzarme con la misma gente”, cuenta el marido. Duermen en el término municipal de Alcalá. Su vida la hacen en Sevilla. Y están hartos de la chabola. No entienden que les acusen de preferir ese estilo de vida.
1 Comentarios:
Esto os suena, ¿verdad compañeros?
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