DIARIO DE SEVILLA (01/12/08)
150 casos al año en Sevilla
Enrique Ballesteros Manzorro
El sida está presente cada día del año, aunque es hoy, 1 de diciembre, cuando se conmemora la lucha activa contra esta enfermedad. Es probable que el síndrome de inmunodeficiencia adquirida se trate de la enfermedad más estigmatizada de todas las que padece el ser humano y, por ende, los que la padecen sean tratados como ciudadanos invisibles.
A pesar de las campañas de prevención realizadas desde finales de los años 90, en la provincia de Sevilla son más de 3.300, las personas afectadas actualmente por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) que reciben seguimiento sanitario en los tres hospitales de referencia (Valme, Macarena y Virgen del Rocío). Además, los nuevos casos aumentan a un ritmo de 150 cada año, según datos del hospital Virgen del Rocío.
Los avances en los tratamientos retrovirales han mejorado las condiciones de vida de muchos seropositivos, hasta el punto de que en la mayoría de los casos el síndrome queda en una enfermedad crónica. Pero es esta relajación, fundamentada en el tratamiento controlado del paciente, lo que ha provocado un rebrote de casos en los últimos años. El estigma sexual y el tabú religioso han sido los principales causantes de la demonización de los seropositivos -ligados a prácticas homosexuales o de drogadicción-. Sin embargo, detrás de cada infectado, hay una historia de superación.
Positiva y valiente, son las palabras que definen a Yolanda T. M., una seropositiva de 48 años que contrajo la enfermedad hace 18 años. "Llevaba año y medio casada con mi marido, que también se infectó". Sin entrar en detalles, Yolanda confiesa que la transmisión sexual fue la causante de adquirir el síndrome: "Eran principios de los 90, no teníamos apenas información y, junto a mi marido, decidimos alejarnos de la sociedad". Efectivamente, dejaron sus carreras profesionales y se mudaron fuera de la ciudad, simplemente a esperar la muerte.
Pero pasaron 12 años y la guadaña no apareció para ninguno de los dos. "Al principio, sólo venían visitas de familiares cercanos -su madre sigue sin conocer que es seropositiva; su padre murió en la ignorancia- y amigos íntimos que nos informaban de lo que ocurría en el exterior y nos daban ánimos". La convivencia con la enfermedad le abrió nuevas posibilidades: "Internet fue una puerta para conocer a más seropositivos como yo". Finalmente, decidió dejar de ser invisible y volvió, junto a su esposo, a integrarse nuevamente en el mundo que habían dejado, momentáneamente, de lado.
Ahora dedica su tiempo y esfuerzo profesional en ayudar a personas seropositivas a través de las diversas asociaciones en las que ha participado: "Ojalá hubiera recibido el trato que se da actualmente a las personas que contraen la enfermedad". Desde el año 2004 es tesorera de la ONG Adhara. "Cada vez que veo a un joven entrar por la puerta, lo paso fatal", matiza. El sida afecta a todos los colectivos sociales, sexuales y culturales por igual. La democratización de la enfermedad ha sido más negativa que positiva: "Sí, es cierto que los homosexuales tienen una especial sensibilidad con esta enfermedad, pero algo se está haciendo mal si continúan infectándose".
Para Yolanda, la normalización de los seropositivos no se consigue sin dar la cara: "Son las personas las que discriminan el VIH, no al revés". Aunque la exclusión es un hecho, ya que miles de seropositivos no se presentan a la sociedad por miedo al rechazo. "Las campañas no han funcionado, ya que todavía hay gente que piensa que te puedes infectar por el aire", comenta Yolanda. En los casos más extremos, los trabajadores con el VIH sufren el acoso de sus jefes y compañeros hasta que abandonan sus profesiones voluntariamente, "ya que el despido por motivos de enfermedad es un delito mercantil", comenta.
En cuanto al futuro de la enfermedad y de los seropositivos, Yolanda se muestra tajante: "Llevo 18 años con el VIH y no he visto cambios sociales ni políticos". La transmisión del mensaje preventivo es esencial y, desde las asociaciones, se pide que no se le pierda el respeto al sida: "Porque sigue siendo una enfermedad".
A pesar de las campañas de prevención realizadas desde finales de los años 90, en la provincia de Sevilla son más de 3.300, las personas afectadas actualmente por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) que reciben seguimiento sanitario en los tres hospitales de referencia (Valme, Macarena y Virgen del Rocío). Además, los nuevos casos aumentan a un ritmo de 150 cada año, según datos del hospital Virgen del Rocío.
Los avances en los tratamientos retrovirales han mejorado las condiciones de vida de muchos seropositivos, hasta el punto de que en la mayoría de los casos el síndrome queda en una enfermedad crónica. Pero es esta relajación, fundamentada en el tratamiento controlado del paciente, lo que ha provocado un rebrote de casos en los últimos años. El estigma sexual y el tabú religioso han sido los principales causantes de la demonización de los seropositivos -ligados a prácticas homosexuales o de drogadicción-. Sin embargo, detrás de cada infectado, hay una historia de superación.
Positiva y valiente, son las palabras que definen a Yolanda T. M., una seropositiva de 48 años que contrajo la enfermedad hace 18 años. "Llevaba año y medio casada con mi marido, que también se infectó". Sin entrar en detalles, Yolanda confiesa que la transmisión sexual fue la causante de adquirir el síndrome: "Eran principios de los 90, no teníamos apenas información y, junto a mi marido, decidimos alejarnos de la sociedad". Efectivamente, dejaron sus carreras profesionales y se mudaron fuera de la ciudad, simplemente a esperar la muerte.
Pero pasaron 12 años y la guadaña no apareció para ninguno de los dos. "Al principio, sólo venían visitas de familiares cercanos -su madre sigue sin conocer que es seropositiva; su padre murió en la ignorancia- y amigos íntimos que nos informaban de lo que ocurría en el exterior y nos daban ánimos". La convivencia con la enfermedad le abrió nuevas posibilidades: "Internet fue una puerta para conocer a más seropositivos como yo". Finalmente, decidió dejar de ser invisible y volvió, junto a su esposo, a integrarse nuevamente en el mundo que habían dejado, momentáneamente, de lado.
Ahora dedica su tiempo y esfuerzo profesional en ayudar a personas seropositivas a través de las diversas asociaciones en las que ha participado: "Ojalá hubiera recibido el trato que se da actualmente a las personas que contraen la enfermedad". Desde el año 2004 es tesorera de la ONG Adhara. "Cada vez que veo a un joven entrar por la puerta, lo paso fatal", matiza. El sida afecta a todos los colectivos sociales, sexuales y culturales por igual. La democratización de la enfermedad ha sido más negativa que positiva: "Sí, es cierto que los homosexuales tienen una especial sensibilidad con esta enfermedad, pero algo se está haciendo mal si continúan infectándose".
Para Yolanda, la normalización de los seropositivos no se consigue sin dar la cara: "Son las personas las que discriminan el VIH, no al revés". Aunque la exclusión es un hecho, ya que miles de seropositivos no se presentan a la sociedad por miedo al rechazo. "Las campañas no han funcionado, ya que todavía hay gente que piensa que te puedes infectar por el aire", comenta Yolanda. En los casos más extremos, los trabajadores con el VIH sufren el acoso de sus jefes y compañeros hasta que abandonan sus profesiones voluntariamente, "ya que el despido por motivos de enfermedad es un delito mercantil", comenta.
En cuanto al futuro de la enfermedad y de los seropositivos, Yolanda se muestra tajante: "Llevo 18 años con el VIH y no he visto cambios sociales ni políticos". La transmisión del mensaje preventivo es esencial y, desde las asociaciones, se pide que no se le pierda el respeto al sida: "Porque sigue siendo una enfermedad".
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