"La sociedad civil en acción:
de la institucionalización a la crítica"
de la institucionalización a la crítica"
IMANOL ZUBERO
El concepto de "voluntariado" es relativamente reciente. Hace apenas una decena de años, nadie lo hubiera utilizado y, lo que es más importante, ninguno se hubiera reconocido en él. Hasta casi ayer, otras eran las palabras que aparecían en su lugar: "compromiso" y, sobre todo, "militancia", hoy en desuso. Debemos interrogarnos por las razones de este cambio en el lenguaje para hablar de la participación social en las sociedades industriales avanzadas.
Es evidente que se trata de conceptos que nombran realidades distintas, aunque puedan mantener alguna relación. Ahora bien, podríamos decir que el voluntariado ha sustituido a la militancia.
Empleamos "voluntariado" cual cajón de sastre en el que entra todo: actividades tan diversas como la participación en un sindicato o una fundación cultural, la labor de Cáritas, etc. Como no está bien delimitado, genera confusión.
Diversas razones explican esta falta de definición. La primera tiene que ver con el desarrollo de un voluntariado asistencial, que busca marcar diferencias con la intervención social clásica, con la militancia. Así, se llama "voluntariado" a casi cualquier cosa, siempre que carezca tanto de dimensión mercantil como política. Esto procede de la "derecha" de la acción voluntaria, aquella que persigue su institucionalización (es lo que Andrés García Inda ha denominado construcción administrativa del voluntariado).
Existe también un cierto complejo de inferioridad. Un colectivo que desea a toda costa ser considerado "militancia" o "movimiento social" y es incapaz de asumir su especificidad propia. Esto llega desde la "izquierda" del voluntariado.
Por último, hay una respuesta social que es emanación de la toma de conciencia de la ciudadanía. El liberalismo lo fijó como uno de sus mitos fundacionales pero, viéndose su realización imposibilitada por la desigual distribución de la riqueza, lo terminó reduciendo a su aspecto formal (jurídico-político). El socialismo -no sólo marxista- reaccionó contra dicho encorsetamiento. T.H. Marshall destacó la importancia que ha adquirido progresivamente la noción de ciudadanía, y distingue tres estadios en la configuración del mundo moderno: la lucha por los derechos civiles (durante el siglo XVIII), los derechos políticos (s. XIX) y los derechos sociales (s. XX).
¿Habrá que volver a recordar que la democracia sólo funciona si hay ciudadanos que a la posibilidad de participar suman su disposición a hacerlo? Sin esta iniciativa (que genera una red de relaciones, basada en derechos y obligaciones mutuas) no es posible plantearse la intervención social. La ciudadanía es, por tanto, el territorio común tanto del voluntariado como de la militancia. Otra cosa será cómo se desarrolla esa intervención, con que objetivos, con qué medios, en relación a qué cuestiones.
Así pues, la acción social se debate hoy entre la institucionalización y la crítica. Las obras que presentamos en este boletín pueden servirnos para profundizar en estas cuestiones.
LIBROS:
Es evidente que se trata de conceptos que nombran realidades distintas, aunque puedan mantener alguna relación. Ahora bien, podríamos decir que el voluntariado ha sustituido a la militancia.
Empleamos "voluntariado" cual cajón de sastre en el que entra todo: actividades tan diversas como la participación en un sindicato o una fundación cultural, la labor de Cáritas, etc. Como no está bien delimitado, genera confusión.
Diversas razones explican esta falta de definición. La primera tiene que ver con el desarrollo de un voluntariado asistencial, que busca marcar diferencias con la intervención social clásica, con la militancia. Así, se llama "voluntariado" a casi cualquier cosa, siempre que carezca tanto de dimensión mercantil como política. Esto procede de la "derecha" de la acción voluntaria, aquella que persigue su institucionalización (es lo que Andrés García Inda ha denominado construcción administrativa del voluntariado).
Existe también un cierto complejo de inferioridad. Un colectivo que desea a toda costa ser considerado "militancia" o "movimiento social" y es incapaz de asumir su especificidad propia. Esto llega desde la "izquierda" del voluntariado.
Por último, hay una respuesta social que es emanación de la toma de conciencia de la ciudadanía. El liberalismo lo fijó como uno de sus mitos fundacionales pero, viéndose su realización imposibilitada por la desigual distribución de la riqueza, lo terminó reduciendo a su aspecto formal (jurídico-político). El socialismo -no sólo marxista- reaccionó contra dicho encorsetamiento. T.H. Marshall destacó la importancia que ha adquirido progresivamente la noción de ciudadanía, y distingue tres estadios en la configuración del mundo moderno: la lucha por los derechos civiles (durante el siglo XVIII), los derechos políticos (s. XIX) y los derechos sociales (s. XX).
¿Habrá que volver a recordar que la democracia sólo funciona si hay ciudadanos que a la posibilidad de participar suman su disposición a hacerlo? Sin esta iniciativa (que genera una red de relaciones, basada en derechos y obligaciones mutuas) no es posible plantearse la intervención social. La ciudadanía es, por tanto, el territorio común tanto del voluntariado como de la militancia. Otra cosa será cómo se desarrolla esa intervención, con que objetivos, con qué medios, en relación a qué cuestiones.
Así pues, la acción social se debate hoy entre la institucionalización y la crítica. Las obras que presentamos en este boletín pueden servirnos para profundizar en estas cuestiones.
LIBROS:
- Antonio Madrid, La institución del voluntariado, Trotta, Madrid 2001.
- Helena Béjar, El mal samaritano. El altruismo en tiempos del escepticismo, Anagrama,Barcelona 2001.
- Jean L. Cohen y Andrew Arato, Sociedad civil y teoría política, Fondo de Cultura Económica, México, 2000.
- Ramón Fernández Durán, Miren Etxezarreta y Manolo Sáez, Globalización capitalista. Luchas y resistencias, Virus, Barcelona 2001.
- VV.AA., ATTAC. Contra la dictadura de los mercados, Icaria, Barcelona 2001.
- John Zerzan, Futuro primitivo, Numa, Valencia 2001.