María Díaz Cortés, la abuela de El Vacie.
FOTO: ADN
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CORREO DE ANDALUCÍA (01/04/09) - Francisco Veiga
Para casi toda la sociedad el paso de dos décadas supone mejoras en la calidad de vida. No así para los gitanos de la Gran Sevilla: si en 1991 el 10% vivía en una infravivienda, este porcentaje creció hasta el 13% en el último estudio de la Fundación Secretariado Gitano, con datos de 2007. El problema no es tanto la chabola como las VPO deficientes.
El estudio, un recorrido por las condiciones de vida de los gitanos a lo largo y ancho de toda España, destaca dos cosas: la primera, que la inmensa mayoría de éstos ya no vive en la marginalidad, y la segunda, que los que se han quedado en ese hoyo, al menos en la provincia de Sevilla, no consiguen salir de él.
Se trata del segundo estudio efectuado sobre las condiciones de vida de la minoría étnica con más larga presencia en España, con el único precedente del realizado en 1991 por el grupo Programa de Asesorías de Servicios Sociales. La comparación de ambos estudios señala que las condiciones de vida de los gitanos del conjunto de España y Andalucía mejoraron en esos 16 años. ¿Por qué en Sevilla ocurre precisamente lo contrario?
La responsable de vivienda de la Fundación Secretariado Gitano, Ana Collados, explica que en Sevilla la tipología de infravivienda que crece en las estadísticas es la vivienda protegida, “mientras que los niveles de chabolismo caen”. En efecto: mientras que en 1991 el 6% de los gitanos de Sevilla vivía en chabolas, en 2007 era sólo un 2,7%.
Y si en 1991 eran un 4% los gitanos de Sevilla que vivían en una “vivienda muy deteriorada”, en 2007 el porcentaje había subido al 8,4%. Si hablamos de personas en lugar de porcentajes, en la provincia de Sevilla viven, según cálculos de este periódico, unos 28.500 gitanos. El estudio se refiere a 5.803 viviendas, nunca a personas, para evitar hacer “un censo racial”, según explican sus promotores. De ellos 3.700 gitanos son los que viven todavía en infraviviendas, 2.400 en viviendas protegidas –la mayoría de las veces pisos– en mal estado y casi todos en la Gran Sevilla.
Vivir en una chabola es una situación, según los expertos, mucho más marginal que vivir en una infravivienda. No sólo por las condiciones de habitabilidad, sino por la marca social que niega al chabolista muchos derechos que desde la clase media se dan por supuestos actualmente.
Sin embargo, las condiciones de muchos de estos bloques de VPO levantados hace varias décadas y con materiales de dudosa calidad, así como el hacinamiento de las familias de los hijos en el piso que recibieron sus padres hace un cuarto de siglo, provocan que no se pueda hablar de vivienda digna en muchos de estos casos, según exponen.
Si la media de habitantes por vivienda en Sevilla es del 3,1%, en el caso de los gitanos aumenta al 4,9%. Pero en los bloques de este tipo incluso se dispara hasta seis o siete personas.
¿Qué hacer? La Fundación Secretariado Gitano propone a las administraciones que se embarquen en las grandes ausentes de la gestión en los años de bonanza económica: políticas activas de vivienda acompañadas de políticas sociales que eviten los errores de los reasentamientos de gitanos de los años 70 y 80. Exigen “acompañamiento antes, durante y después”. Más mordaz, el responsable de vivienda de esta fundación en la provincia, Antonio Gándara, recuerda el caso del desalojo de las chabolas de Los Bermejales –a cambio de bolsas de 42.000 euros en billetes de 500– como el ejemplo perfecto de lo que no hay que hacer jamás.
Tópicos. El estudio de la fundación acerca de la provincia también arroja algunos otros datos sobre cómo viven los gitanos: el 88% reside en viviendas equiparables a las del resto de los habitantes del área metropolitana.
Y otro tópico que cae es el del nomadismo: casi todos los gitanos llevan viviendo más de 15 años en el mismo sitio. En ese sentido, los asentamientos segregados de los cascos urbanos eran el 8% de los barrios donde vivían los gitanos hace dos décadas. Hoy estas barriadas constituyen el 3,6% de un total de 111 asentamientos en Sevilla. Es fácil imaginar que las condiciones de habitabilidad en un asentamiento segregado tienen muchas más carencias que en el casco urbano, desde acceso a los colegios hasta al agua corriente, pasando por el transporte público.
El tercer mito que cae en este estudio es el de que los gitanos constituyen una etnia que arrastra proles numerosas: el 60% de los barrios gitanos de la provincia tiene actualmente su población estancada. De hecho, en Sevilla la población gitana apenas creció entre 1991 y 2007 en 500 personas, según este informe. Pero hay más: si en 1991 los gitanos de Sevilla constituían el 9,6% de los de toda España, en 2007 el porcentaje se redujo al 6,3%. De este modo, en otros puntos, como Levante, fue muy fuerte la inmigración de gitanos del este de Europa, no así en Sevilla.
El estudio abarca en el conjunto nacional a 453.788 personas, aunque los autores de este diagnóstico reconocen que no son todos los gitanos de España, que fuentes citadas por el estudio elevan como mucho a 600.000 personas en total.
El estudio, un recorrido por las condiciones de vida de los gitanos a lo largo y ancho de toda España, destaca dos cosas: la primera, que la inmensa mayoría de éstos ya no vive en la marginalidad, y la segunda, que los que se han quedado en ese hoyo, al menos en la provincia de Sevilla, no consiguen salir de él.
Se trata del segundo estudio efectuado sobre las condiciones de vida de la minoría étnica con más larga presencia en España, con el único precedente del realizado en 1991 por el grupo Programa de Asesorías de Servicios Sociales. La comparación de ambos estudios señala que las condiciones de vida de los gitanos del conjunto de España y Andalucía mejoraron en esos 16 años. ¿Por qué en Sevilla ocurre precisamente lo contrario?
La responsable de vivienda de la Fundación Secretariado Gitano, Ana Collados, explica que en Sevilla la tipología de infravivienda que crece en las estadísticas es la vivienda protegida, “mientras que los niveles de chabolismo caen”. En efecto: mientras que en 1991 el 6% de los gitanos de Sevilla vivía en chabolas, en 2007 era sólo un 2,7%.
Y si en 1991 eran un 4% los gitanos de Sevilla que vivían en una “vivienda muy deteriorada”, en 2007 el porcentaje había subido al 8,4%. Si hablamos de personas en lugar de porcentajes, en la provincia de Sevilla viven, según cálculos de este periódico, unos 28.500 gitanos. El estudio se refiere a 5.803 viviendas, nunca a personas, para evitar hacer “un censo racial”, según explican sus promotores. De ellos 3.700 gitanos son los que viven todavía en infraviviendas, 2.400 en viviendas protegidas –la mayoría de las veces pisos– en mal estado y casi todos en la Gran Sevilla.
Vivir en una chabola es una situación, según los expertos, mucho más marginal que vivir en una infravivienda. No sólo por las condiciones de habitabilidad, sino por la marca social que niega al chabolista muchos derechos que desde la clase media se dan por supuestos actualmente.
Sin embargo, las condiciones de muchos de estos bloques de VPO levantados hace varias décadas y con materiales de dudosa calidad, así como el hacinamiento de las familias de los hijos en el piso que recibieron sus padres hace un cuarto de siglo, provocan que no se pueda hablar de vivienda digna en muchos de estos casos, según exponen.
Si la media de habitantes por vivienda en Sevilla es del 3,1%, en el caso de los gitanos aumenta al 4,9%. Pero en los bloques de este tipo incluso se dispara hasta seis o siete personas.
¿Qué hacer? La Fundación Secretariado Gitano propone a las administraciones que se embarquen en las grandes ausentes de la gestión en los años de bonanza económica: políticas activas de vivienda acompañadas de políticas sociales que eviten los errores de los reasentamientos de gitanos de los años 70 y 80. Exigen “acompañamiento antes, durante y después”. Más mordaz, el responsable de vivienda de esta fundación en la provincia, Antonio Gándara, recuerda el caso del desalojo de las chabolas de Los Bermejales –a cambio de bolsas de 42.000 euros en billetes de 500– como el ejemplo perfecto de lo que no hay que hacer jamás.
Tópicos. El estudio de la fundación acerca de la provincia también arroja algunos otros datos sobre cómo viven los gitanos: el 88% reside en viviendas equiparables a las del resto de los habitantes del área metropolitana.
Y otro tópico que cae es el del nomadismo: casi todos los gitanos llevan viviendo más de 15 años en el mismo sitio. En ese sentido, los asentamientos segregados de los cascos urbanos eran el 8% de los barrios donde vivían los gitanos hace dos décadas. Hoy estas barriadas constituyen el 3,6% de un total de 111 asentamientos en Sevilla. Es fácil imaginar que las condiciones de habitabilidad en un asentamiento segregado tienen muchas más carencias que en el casco urbano, desde acceso a los colegios hasta al agua corriente, pasando por el transporte público.
El tercer mito que cae en este estudio es el de que los gitanos constituyen una etnia que arrastra proles numerosas: el 60% de los barrios gitanos de la provincia tiene actualmente su población estancada. De hecho, en Sevilla la población gitana apenas creció entre 1991 y 2007 en 500 personas, según este informe. Pero hay más: si en 1991 los gitanos de Sevilla constituían el 9,6% de los de toda España, en 2007 el porcentaje se redujo al 6,3%. De este modo, en otros puntos, como Levante, fue muy fuerte la inmigración de gitanos del este de Europa, no así en Sevilla.
El estudio abarca en el conjunto nacional a 453.788 personas, aunque los autores de este diagnóstico reconocen que no son todos los gitanos de España, que fuentes citadas por el estudio elevan como mucho a 600.000 personas en total.
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