VOCES - ALM
El voluntariado está en retroceso. Se puede apelar a un cambio generacional, a una evolución de los valores de la juventud. Incluso, podemos excusarnos en la crisis económica internacional que tantos sufrimos tan cerca.
Algunos sostienen que la labor solidaria es un estadio intermedio, a caballo entre la adolescencia y la madurez. Una etapa que debe ayudar a abrir los ojos ante la realidad que nos rodea, despertar el espíritu crítico y orientar la mirada hacia la participación política.
Personalmente, creo que ser voluntario tiene un valor en sí mismo, pues permite un ejercicio no sólo de convivencia entre personas de distinto origen y mentalidad, sino que, además, encauza la denuncia, sin servilismos de ninguna clase, de situaciones de flagrante injusticia social.
Casos como el de José "El Arenas" y Rafael "Córdoba" me avergüenzan profundamente. De poco sirve reformar albergues, pasear unidades móviles y repartir "cafelitos" si esto se consiente.
José es un sesentón alcohólico. Ha perdido la razón y el control de sus esfínteres. Diariamente, deambula por los alrededores del Puente de los Bomberos, a veces semidesnudo, ungido en sus propios excrementos. La buena fe de unos pocas personas ejemplares como su vecina María Blanco permite que pueda asearse de vez en cuando. No encuentra plaza en ningún sitio porque es demasiado dependiente, escucho a un profesional del ayuntamiento. Es un milagro que no le hayan atropellado todavía, pienso.
Rafael ronda los cuarenta, pero sus ojos están perdidos. La muerte de su esposa le trastornó por completo. Hace unos meses se rompió la cadera por una mala caída. Se arrastra con muletas, lo que le convierte en blanco fácil para los violentos que se amparan cobardemente en la oscuridad de la noche. No existen recursos adecuados para él, porque no es dependiente, vuelvo a oír. Con todo, reúne fuerzas para alimentar y vestir a José. "Lo único que tengo en este mundo", confiesa.
El atentado contra la dignidad de estas personas no estriba en que sean referidos con tal cual o cual palabra, ni siquiera en tener buena o mala opinión de ellos. Lo cruel es que tantos que sabemos de su estado no hagamos nada por evitarlo. Quizás por eso la gente ya no quiere ser voluntaria.
El voluntariado está en retroceso. Se puede apelar a un cambio generacional, a una evolución de los valores de la juventud. Incluso, podemos excusarnos en la crisis económica internacional que tantos sufrimos tan cerca.
Algunos sostienen que la labor solidaria es un estadio intermedio, a caballo entre la adolescencia y la madurez. Una etapa que debe ayudar a abrir los ojos ante la realidad que nos rodea, despertar el espíritu crítico y orientar la mirada hacia la participación política.
Personalmente, creo que ser voluntario tiene un valor en sí mismo, pues permite un ejercicio no sólo de convivencia entre personas de distinto origen y mentalidad, sino que, además, encauza la denuncia, sin servilismos de ninguna clase, de situaciones de flagrante injusticia social.
Casos como el de José "El Arenas" y Rafael "Córdoba" me avergüenzan profundamente. De poco sirve reformar albergues, pasear unidades móviles y repartir "cafelitos" si esto se consiente.
José es un sesentón alcohólico. Ha perdido la razón y el control de sus esfínteres. Diariamente, deambula por los alrededores del Puente de los Bomberos, a veces semidesnudo, ungido en sus propios excrementos. La buena fe de unos pocas personas ejemplares como su vecina María Blanco permite que pueda asearse de vez en cuando. No encuentra plaza en ningún sitio porque es demasiado dependiente, escucho a un profesional del ayuntamiento. Es un milagro que no le hayan atropellado todavía, pienso.
Rafael ronda los cuarenta, pero sus ojos están perdidos. La muerte de su esposa le trastornó por completo. Hace unos meses se rompió la cadera por una mala caída. Se arrastra con muletas, lo que le convierte en blanco fácil para los violentos que se amparan cobardemente en la oscuridad de la noche. No existen recursos adecuados para él, porque no es dependiente, vuelvo a oír. Con todo, reúne fuerzas para alimentar y vestir a José. "Lo único que tengo en este mundo", confiesa.
El atentado contra la dignidad de estas personas no estriba en que sean referidos con tal cual o cual palabra, ni siquiera en tener buena o mala opinión de ellos. Lo cruel es que tantos que sabemos de su estado no hagamos nada por evitarlo. Quizás por eso la gente ya no quiere ser voluntaria.
4 Comentarios:
"¡Hay que dedicar los recursos a los que lo van aprovechar...!" ¿No es éste el discurso preferido en este mundo de la cmpitición? Las administrsciones se lo saben de memoria y además lo practican y es muy útil en la crisis... Para atender a las personas que están como José y Rafael son muchos los recursos que hay que dedicar y "total... para nada..., pues nunca saldrán del pozo".
Y entre unos y otros, la casa sin barrer y José y Rafael y tantos otros seguirán en la calle y los vecinos se sentirán agredidos por su suciedad y sus miserias y se quejarán: "¡Que hagan algo...!". Y vuelta a empezar.
A los que creemos en los Josés y Rafaels nos toca "estar", acompañarlos y denunciar.
Un abrazo desde Barcelona,
Enrique
Gracias, Enrique. No hace falta añadir nada porque lo dices todo. Un saludo desde Sevilla.
guapoooo!!!!!cada vez que te leo, vuelve a reaviviarse esa llama de la acción constante,muchas gracias por no abandonar y por ser tan consecuente con tu forma de pensar.
Es cierto, lo de Rafael y José es muy lamentable, pero me pierdo en la burocracia y en lo que se debe hacer, por lo que al final me limito a escuchar y acompañar con un café, pero sin saber cómo actuar, así que si te ocurre algo, ya sabes donde estoy, eeee????mil bsss. Reyes
Hola, Reyes!
Hemos hablado varias veces a lo largo del curso sobre que este otoño-invierno no será tan contemplativo como el anterior.
Tú no lo sabes, pero eres la pólvora que anima a mucha gente. Debemos reunirnos y planificar.
Un saludo.
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