FOTO: CARLOS MÁRQUEZ
EL MUNDO (05/10/08)"Muchos de los que vivien en la calle son enfermos mentales
y otros se han hecho enfermos mentales viviendo en la calle".
"La gente no está en la calle porque quiere".
"Si llevas un año sin salir de la calle, es muy difícil que lo hagas".
"Desde que llegó Ana Gómez al Ayuntamiento
creo que Sevilla se preocupa por la gente de la calle".
y otros se han hecho enfermos mentales viviendo en la calle".
"La gente no está en la calle porque quiere".
"Si llevas un año sin salir de la calle, es muy difícil que lo hagas".
"Desde que llegó Ana Gómez al Ayuntamiento
creo que Sevilla se preocupa por la gente de la calle".
JUAN MIGUEL VEGA
Según un estudio de la Universidad Pontificia de Salamanca, sólo el 5% de la gente que vivie en la calle responde al estereotipo que la sociedad tiene de ella: varón, entre 41 y 65 años, soltero, sin formación y, por lo general, alcohólico. En la calle, tirada, hay todo tipo de gente; casi toda por culpa de alguna tragedia, de un golpe del destino, de un cúmulo de mala suerte. Es decir, cualquiera, incluso la persona que menos pueda imaginarse, puede acabar un día de estos durmiendo entre cartones, viviendo de la caridad ajena, dando pena a unos, asco a otros y suscitando la indiferencia de la mayoría. Todo esto lo sabe bien Virtudes González Buzón (Sevilla, 1982), psicóloga y delegada en Sevilla de la organización Solidarios para el Desarrollo, que desde 1993 actúa con la gente de la calle. Les dan café y conversación e intentan ayudarlos a resolver sus problemas. Sólo en Sevilla, y calculando por lo bajo, pueden vivir 200 personas al raso.
Pregunta.- ¿La crisis económica se nota ya en la calle?
Respuesta.- Todavía no, pero es algo de lo que ya hemos hablado en la asociación. Es posible que pronto empecemos a encontrarnos a familias en la calle.
P.- Cuando hace 4 años entró en Solidarios para el Desarrollo, ¿sabía lo que iba a encontrar o le han sorprendido muchas cosas?
R.- Me he llevado muchas sorpresas. Empecé como voluntaria, trabajando con personas sin hogar; algo para lo que creía que no estaba preparada porque yo tenía los mismos prejuicios que el resto de la gente sobre este tipo de personas, a las que ves como parte del mobiliario urbano. En mi primera ruta me sorprendí de las conversaciones tan interesantes y de la cantidad de gente culta que hay en la calle. Tú tienes el estereotipo ése de una persona mayor, con barba, analfabeta y alcohólica, y para nada. Hay gente joven, extranjeros, mujeres, personas con carreras universitarias... Te das cuenta de que su vida es tan válida como la tuya y que no tienes derecho en absoluto a juzgarlas.
P.- Son gente normal.
R.- Hay gente que la han echado de su casa por problemas familiares; gente, que tras una tragedia famliar, ha sufrido una depresión y luego le ha faltado apoyo familiar... hay millones de formas de ir a parar a la calle.
P.- ¿Conocer sus historias es darse cuenta de la suerte que tenemos?
R.- Sobre todo, de tener ese apoyo afectivo y familiar que a ellos les falta. Siempre les digo a los voluntarios que inician el proceso de formación con nosotros que hay que marcar una línea. Yo, por ejemplo, nunca dejaría que un amigo acabara en la calle. Imagine que usted está casado, su mujer y sus dos hijos mueren en un accidente, usted coge una depresión, pierde su trabajo, no tiene familia, al final acaba en la calle.
P.- ¿Cuál ha sido el caso más dramático que ha conocido?
R.- A nosotros hay veces que nos cuentan historias, aunque no hacemos mucho caso de ellas porque no puedes saber hasta qué punto es verdad o mentira. Lo cierto es que cada uno tiene su historia trágica detrás. Tampoco les preguntamos por ella. Sí le puedo contar la historia más bonita.
P.- Adelante.
R.- Es de una mujer que vivía en Sevilla, se quedó embarazada y se tuvo que ir a Barcelona por el rechazo de su familia. En Barcelona le fue mal, se quedó en la calle, le quitaron el hijo y, al cabo de muchísimos años, la mayoría de los cuales los ha pasado en el centro de Sevilla, su hermano pequeño la encontró. Actualmente no sabemos nada de ella, pero sí sabemos que la atendieron.
P.- Pero no todo el mundo puede ser atendido como lo fue esa mujer.
R.- En la calle nos encontramos muchos enfermos mentales; los psiquiátricos se cerraron y muchas de la spersonas que había en ellos acabaron en la calle porque sus familias no podían hacerse cargo de ellas. Muchos dicen que la gente de la calle está loca; algunos de los que vivien en la calle son enfermos mentales y otros se han hecho enfermos mentales, se han creado sus propios delirios viviendo en la calle.
P.- ¿Fue un error cerrar los psiquiátricos?
R.- Yo pienso que sí, porque hay personas que necesitan tener un espacio para ellos. No digo que estén encerrados, pero las familias se sentían mucho más descargadas.
P.- ¿Por qué mucha de la gente que vive en la calle rechaza los albergues?
R.- Los recursos parchean, no dan soluciones. Está bien que haya sitios donde dormir, pero no se debe habiliar sólo sitios donde no puedas entrar si has consumido alcohol. Hay que ajustar los dispositivos a las personas.
P.- ¿Ha llegado a hacerse una idea de qué debe sentirse viviendo en la calle?
R.- El día a día me lo puedo imaginar; el rechazo que se tiene que sentir... la gente cambiándose de acera, echarte de un establecimiento porque hueles mal... tiene que ser durísimo. A lo mejor intento intervenir con una persona y no responde por la vergüenza tan grande que tiene. Yo he llegado a sacar un DNI con un hombre y vino un trabajador social para atenderlo, pero el hombre no se podía mover porque estaba lleno de mierda y no se atrevía. Son personas y son conscientes de lo degradados que están.
P.- ¿Hay mucha pobreza oculta en Sevilla?
R.- La pobreza se esconde en las casas y también en las calles, lo que pasa es que los ciudadanos no se dan cuenta, pero, donde hay una persona sin hogar, hay una valla. En Plaza de Armas dormían bajo el techado y lo enrrejaron; debajo del Puente de los Bomberos dormía una pareja de toxicómanos e hicieron lo mismo. Se intenta que se vayan de las zonas céntricas, que no se les vea. Pero, no los eches si no propones una solución alternativa.
P.- ¿Las autoridades también comparten esa indiferencia de la sociedad por las personas sin hogar?
R.- Hasta el día de hoy, sí que había sentido que Sevilla no se preocupaba por ellas. Sin embargo, creo que Ana Gómez está haciendo mucho bien. Al menos, se está comprometiendo; se ha creado una mesa, se trabaja en grupos... Ahora bien, todavía no se ha abierto ningún centro; yo quiero que llegue el día de verlos. Esta gente tiene que tener oportunidades, hay que hacer cosas por ellos. ¿O es que porque no votan ya no sirven para nada?
P.- Sin embargo, el mito del vagabundo es el mito de la libertad. Hacer siempre lo que a uno le da la gana.
R.- No son libres; sí tienen libertad de decidir, pero la gente no está en la calle porque quiere. En la calle se pasa mal, el miedo que se pasa, las horas y los días que se pasan si hablar con nadie...
P.- ¿Qué atrapa más una hipoteca o un portal?
R.- La verdad es que cuando alguien lleva un año sin salir de la calle, ya es muy difícil que lo haga. Es un círculo vicioso. Si caes y no encuentras un trabajo pronto, un sitio donde meterte... empiezas a degenerarte psicológicamente. La autoestima cae, se entra en un estado depresivo, y eso a veces les lleva a la droga. Aunque no todo el mundo es igual. Hay quien se entretiene como puede: algunos se llevan en la biblioteca pública leyendo todo el día. Yo no sé cómo sería si hubiera acabado en la calle, tras meses de desesperación y sin que nadie me tienda una mano y me diga que coja por allí. Mucha gente se pierde.
P.- ¿También se pierde esperanza de vida en la calle?
R.- Por supuesto. Además, el aspecto de la gente de la calle es muchísmo mayor. Por ejemplo, personas que creo que tienen sesenta o setenta años, y a lo mejor tienen cuarenta y cinco. Aunque también hay gente que se cuida mucho, va a su comedor, chatarrea o trabaja en lo que pueden... hay muchas "profesiones" entre ellos.
P.- ¿Hay quien vive en la calle porque le da la gana?
R.- Yo creo que no, pienso que a todo el mundo le llega una edad en que le gusta, cuando llueve, tener un colchón.
P.- ¿A qué tiene miedo la gente de la calle?
R.- A que les den una paliza, a que les quiten las mantas... Sobre todo, cuando sale una noticia de que han quemado a un mendigo o algo así, salta la alarma entre ellos. De hecho, muchas veces duermen en zonas donde se organizan en grupos, aunque cada uno tenga su espacio, porque es peligroso, no sabes con quién te vas a encontrar a las tres de la mañana un martes.
P.- ¿Has conocido casos de personas que hayan muerto en la calle?
R.- Sí, dos que murieron recientemente en la Encarnación: Fran y Ana. Ella era una enferma de esquizofrenia, pero estaba regulada. Y lo de Fran, que era una bellísima persona, fue una pena. Vivía en una esquina. La mañana que murió, alguien puso flores allí. Todo el mundo se fijó en ese detalle, pero no lo hicieron con la persona que habitaba antes. A Fran lo mató la calle. La calle mata.
P.- ¿Hay alguien que sale de la calle?
R.- No estoy en centros para comprobarlo; y, desde luego, se intenta, porque con apoyo se puede conseguir. Sin embargo, yo sólo conozco un caso.
Pregunta.- ¿La crisis económica se nota ya en la calle?
Respuesta.- Todavía no, pero es algo de lo que ya hemos hablado en la asociación. Es posible que pronto empecemos a encontrarnos a familias en la calle.
P.- Cuando hace 4 años entró en Solidarios para el Desarrollo, ¿sabía lo que iba a encontrar o le han sorprendido muchas cosas?
R.- Me he llevado muchas sorpresas. Empecé como voluntaria, trabajando con personas sin hogar; algo para lo que creía que no estaba preparada porque yo tenía los mismos prejuicios que el resto de la gente sobre este tipo de personas, a las que ves como parte del mobiliario urbano. En mi primera ruta me sorprendí de las conversaciones tan interesantes y de la cantidad de gente culta que hay en la calle. Tú tienes el estereotipo ése de una persona mayor, con barba, analfabeta y alcohólica, y para nada. Hay gente joven, extranjeros, mujeres, personas con carreras universitarias... Te das cuenta de que su vida es tan válida como la tuya y que no tienes derecho en absoluto a juzgarlas.
P.- Son gente normal.
R.- Hay gente que la han echado de su casa por problemas familiares; gente, que tras una tragedia famliar, ha sufrido una depresión y luego le ha faltado apoyo familiar... hay millones de formas de ir a parar a la calle.
P.- ¿Conocer sus historias es darse cuenta de la suerte que tenemos?
R.- Sobre todo, de tener ese apoyo afectivo y familiar que a ellos les falta. Siempre les digo a los voluntarios que inician el proceso de formación con nosotros que hay que marcar una línea. Yo, por ejemplo, nunca dejaría que un amigo acabara en la calle. Imagine que usted está casado, su mujer y sus dos hijos mueren en un accidente, usted coge una depresión, pierde su trabajo, no tiene familia, al final acaba en la calle.
P.- ¿Cuál ha sido el caso más dramático que ha conocido?
R.- A nosotros hay veces que nos cuentan historias, aunque no hacemos mucho caso de ellas porque no puedes saber hasta qué punto es verdad o mentira. Lo cierto es que cada uno tiene su historia trágica detrás. Tampoco les preguntamos por ella. Sí le puedo contar la historia más bonita.
P.- Adelante.
R.- Es de una mujer que vivía en Sevilla, se quedó embarazada y se tuvo que ir a Barcelona por el rechazo de su familia. En Barcelona le fue mal, se quedó en la calle, le quitaron el hijo y, al cabo de muchísimos años, la mayoría de los cuales los ha pasado en el centro de Sevilla, su hermano pequeño la encontró. Actualmente no sabemos nada de ella, pero sí sabemos que la atendieron.
P.- Pero no todo el mundo puede ser atendido como lo fue esa mujer.
R.- En la calle nos encontramos muchos enfermos mentales; los psiquiátricos se cerraron y muchas de la spersonas que había en ellos acabaron en la calle porque sus familias no podían hacerse cargo de ellas. Muchos dicen que la gente de la calle está loca; algunos de los que vivien en la calle son enfermos mentales y otros se han hecho enfermos mentales, se han creado sus propios delirios viviendo en la calle.
P.- ¿Fue un error cerrar los psiquiátricos?
R.- Yo pienso que sí, porque hay personas que necesitan tener un espacio para ellos. No digo que estén encerrados, pero las familias se sentían mucho más descargadas.
P.- ¿Por qué mucha de la gente que vive en la calle rechaza los albergues?
R.- Los recursos parchean, no dan soluciones. Está bien que haya sitios donde dormir, pero no se debe habiliar sólo sitios donde no puedas entrar si has consumido alcohol. Hay que ajustar los dispositivos a las personas.
P.- ¿Ha llegado a hacerse una idea de qué debe sentirse viviendo en la calle?
R.- El día a día me lo puedo imaginar; el rechazo que se tiene que sentir... la gente cambiándose de acera, echarte de un establecimiento porque hueles mal... tiene que ser durísimo. A lo mejor intento intervenir con una persona y no responde por la vergüenza tan grande que tiene. Yo he llegado a sacar un DNI con un hombre y vino un trabajador social para atenderlo, pero el hombre no se podía mover porque estaba lleno de mierda y no se atrevía. Son personas y son conscientes de lo degradados que están.
P.- ¿Hay mucha pobreza oculta en Sevilla?
R.- La pobreza se esconde en las casas y también en las calles, lo que pasa es que los ciudadanos no se dan cuenta, pero, donde hay una persona sin hogar, hay una valla. En Plaza de Armas dormían bajo el techado y lo enrrejaron; debajo del Puente de los Bomberos dormía una pareja de toxicómanos e hicieron lo mismo. Se intenta que se vayan de las zonas céntricas, que no se les vea. Pero, no los eches si no propones una solución alternativa.
P.- ¿Las autoridades también comparten esa indiferencia de la sociedad por las personas sin hogar?
R.- Hasta el día de hoy, sí que había sentido que Sevilla no se preocupaba por ellas. Sin embargo, creo que Ana Gómez está haciendo mucho bien. Al menos, se está comprometiendo; se ha creado una mesa, se trabaja en grupos... Ahora bien, todavía no se ha abierto ningún centro; yo quiero que llegue el día de verlos. Esta gente tiene que tener oportunidades, hay que hacer cosas por ellos. ¿O es que porque no votan ya no sirven para nada?
P.- Sin embargo, el mito del vagabundo es el mito de la libertad. Hacer siempre lo que a uno le da la gana.
R.- No son libres; sí tienen libertad de decidir, pero la gente no está en la calle porque quiere. En la calle se pasa mal, el miedo que se pasa, las horas y los días que se pasan si hablar con nadie...
P.- ¿Qué atrapa más una hipoteca o un portal?
R.- La verdad es que cuando alguien lleva un año sin salir de la calle, ya es muy difícil que lo haga. Es un círculo vicioso. Si caes y no encuentras un trabajo pronto, un sitio donde meterte... empiezas a degenerarte psicológicamente. La autoestima cae, se entra en un estado depresivo, y eso a veces les lleva a la droga. Aunque no todo el mundo es igual. Hay quien se entretiene como puede: algunos se llevan en la biblioteca pública leyendo todo el día. Yo no sé cómo sería si hubiera acabado en la calle, tras meses de desesperación y sin que nadie me tienda una mano y me diga que coja por allí. Mucha gente se pierde.
P.- ¿También se pierde esperanza de vida en la calle?
R.- Por supuesto. Además, el aspecto de la gente de la calle es muchísmo mayor. Por ejemplo, personas que creo que tienen sesenta o setenta años, y a lo mejor tienen cuarenta y cinco. Aunque también hay gente que se cuida mucho, va a su comedor, chatarrea o trabaja en lo que pueden... hay muchas "profesiones" entre ellos.
P.- ¿Hay quien vive en la calle porque le da la gana?
R.- Yo creo que no, pienso que a todo el mundo le llega una edad en que le gusta, cuando llueve, tener un colchón.
P.- ¿A qué tiene miedo la gente de la calle?
R.- A que les den una paliza, a que les quiten las mantas... Sobre todo, cuando sale una noticia de que han quemado a un mendigo o algo así, salta la alarma entre ellos. De hecho, muchas veces duermen en zonas donde se organizan en grupos, aunque cada uno tenga su espacio, porque es peligroso, no sabes con quién te vas a encontrar a las tres de la mañana un martes.
P.- ¿Has conocido casos de personas que hayan muerto en la calle?
R.- Sí, dos que murieron recientemente en la Encarnación: Fran y Ana. Ella era una enferma de esquizofrenia, pero estaba regulada. Y lo de Fran, que era una bellísima persona, fue una pena. Vivía en una esquina. La mañana que murió, alguien puso flores allí. Todo el mundo se fijó en ese detalle, pero no lo hicieron con la persona que habitaba antes. A Fran lo mató la calle. La calle mata.
P.- ¿Hay alguien que sale de la calle?
R.- No estoy en centros para comprobarlo; y, desde luego, se intenta, porque con apoyo se puede conseguir. Sin embargo, yo sólo conozco un caso.
1 Comentarios:
me ha encantado la entrevista
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