FOTO: Joly Digital
DIARIO DE SEVILLA (20/02/09)
Un grupo de El Vacie visita
a investigadores de La Cartuja
Manuel Conradi
"La química es todo. La vida es toda química", explicaba el profesor Ernesto Carmona a su poco habitual audiencia. Se trataba de un grupo de niños, jóvenes y adultos del Vacie, "el segundo asentamiento chabolista de Europa", según reza el folleto informativo del proyecto socieducativo en barriadas marginales que fundó y dirige Jorge Morillo, Educar en la Calle a través del Fútbol.
El balompié es la herramienta fundamental con la que trabaja este proyecto, que nació en 1985 en Granada y colabora con unos 200 menores del Vacie, las casitas bajas de Torreblanca, las Tres Mil Viviendas y la zona del Monumento de San Juan de Aznalfarache. Pero no la única, como se demostró ayer en la visita al Centro de Investigaciones Científicas de la Cartuja.
La iniciativa se veía favorecida por el hecho de que Margarita Paneque, directora del centro, conocía el proyecto de Jorge Morillo, acompañándoles, por ejemplo, en el partido de la selección nacional. Y no se arredraba ante la teórica dificultad de dar a conocer un tema tan complejo a estas personas. "Tienen el derecho, como cualquier otra, a conocer este centro y lo que hacemos aquí nosotros, que en definitiva somos trabajadores del Gobierno", apuntaba.
Para ello, recurrió a un lenguaje simple y símiles comprensibles para los visitantes, comparando la tabla periódica de elementos con el "alfabeto de la química" o el ensamblamiento de los átomos con un taller de coches, antes de pasar al interior del edificio y al laboratorio. "Antes de trabajar, hay que estudiar mucho", dijo. "Estudiar, qué chungo, ¿no?", le salió del alma a José Palma, un chico de 18 años que dejó hace tres el colegio y que era el humorista del grupo.
Humor no fue lo que faltó en la visita, desde luego. "Esas piedras no son para tirárselas a nadie", bromeaba Jorge Morillo al pasar ante la bella colección de minerales, mientras que, a su vez, recibía pullas de su amigo Fernando Parra, que se prestó para conducirles hasta el centro. "Si siempre vas de verde -en referencia a su sempiterno chandal del Betis- ¿para qué te pones la bata?".
La pantalla de la salita que les esperaba no era, como dijo alguno, para ver el Betis-Milan, sino para apoyar las explicaciones de Ernesto Carmona sobre los distintos elementos, sus combinaciones y su influencia en la vida, desde el H20 al viagra, que provocó no pocas risas.
Pero el plato fuerte fue el laboratorio, donde los jóvenes investigadores Cristina y Jesús les habían preparado diversos experimentos, en general relacionados con el CO2. "¿El qué?". "El dióxido de carbono". "Ah, ese sí lo conozco", volvía a originar las carcajadas José Palma.
Un globo que se inflaba por la reacción del vinagre y el bicarbonato de sodio; el dióxido de carbono solidificado, a -80 grados centígrados, que los chicos del Vacie apenas se atrevían a tocar. El nitrógeno líquido que, como en las películas, congelaba una planta que se pulverizaba ante las aterradas manos de los chicos. Y el golpe final, el géiser que surgió de una botella de Coca Cola al poner caramelos Mentos. "El fútbol es mejor, ¿no?", decían los chicos, pero ya no sonaban tan convencidos.
El balompié es la herramienta fundamental con la que trabaja este proyecto, que nació en 1985 en Granada y colabora con unos 200 menores del Vacie, las casitas bajas de Torreblanca, las Tres Mil Viviendas y la zona del Monumento de San Juan de Aznalfarache. Pero no la única, como se demostró ayer en la visita al Centro de Investigaciones Científicas de la Cartuja.
La iniciativa se veía favorecida por el hecho de que Margarita Paneque, directora del centro, conocía el proyecto de Jorge Morillo, acompañándoles, por ejemplo, en el partido de la selección nacional. Y no se arredraba ante la teórica dificultad de dar a conocer un tema tan complejo a estas personas. "Tienen el derecho, como cualquier otra, a conocer este centro y lo que hacemos aquí nosotros, que en definitiva somos trabajadores del Gobierno", apuntaba.
Para ello, recurrió a un lenguaje simple y símiles comprensibles para los visitantes, comparando la tabla periódica de elementos con el "alfabeto de la química" o el ensamblamiento de los átomos con un taller de coches, antes de pasar al interior del edificio y al laboratorio. "Antes de trabajar, hay que estudiar mucho", dijo. "Estudiar, qué chungo, ¿no?", le salió del alma a José Palma, un chico de 18 años que dejó hace tres el colegio y que era el humorista del grupo.
Humor no fue lo que faltó en la visita, desde luego. "Esas piedras no son para tirárselas a nadie", bromeaba Jorge Morillo al pasar ante la bella colección de minerales, mientras que, a su vez, recibía pullas de su amigo Fernando Parra, que se prestó para conducirles hasta el centro. "Si siempre vas de verde -en referencia a su sempiterno chandal del Betis- ¿para qué te pones la bata?".
La pantalla de la salita que les esperaba no era, como dijo alguno, para ver el Betis-Milan, sino para apoyar las explicaciones de Ernesto Carmona sobre los distintos elementos, sus combinaciones y su influencia en la vida, desde el H20 al viagra, que provocó no pocas risas.
Pero el plato fuerte fue el laboratorio, donde los jóvenes investigadores Cristina y Jesús les habían preparado diversos experimentos, en general relacionados con el CO2. "¿El qué?". "El dióxido de carbono". "Ah, ese sí lo conozco", volvía a originar las carcajadas José Palma.
Un globo que se inflaba por la reacción del vinagre y el bicarbonato de sodio; el dióxido de carbono solidificado, a -80 grados centígrados, que los chicos del Vacie apenas se atrevían a tocar. El nitrógeno líquido que, como en las películas, congelaba una planta que se pulverizaba ante las aterradas manos de los chicos. Y el golpe final, el géiser que surgió de una botella de Coca Cola al poner caramelos Mentos. "El fútbol es mejor, ¿no?", decían los chicos, pero ya no sonaban tan convencidos.
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