El número de rumanos en Sevilla
se dispara un 600% en un año
Carmen Rengel
La apertura de la UE hacia el Este ha cambiado radicalmente el perfil de la inmigración en Sevilla. En apenas un año, el número de rumanos con tarjeta de residencia en la ciudad y la provincia ha crecido un 600%, con más de 13.000 nuevos inscritos. En toda España, en el mismo periodo, subieron un 150%.
Los datos, aportados por la Oficina de Extranjeros de la Subdelegación del Gobierno central en Sevilla, reflejan un vuelco que ya era palpable en las calles: los rumanos forman el colectivo de extranjeros –comunitarios y no comunitarios– más numeroso en Sevilla y su provincia, con 13.426 personas con tarjeta de residencia. Marruecos, con 6.646 tarjetas, Colombia, con 3.879, y Ecuador, con 3.859, le siguen a notable distancia, como los chinos, que aportan 1.400 nuevos sevillanos.
Hace un año, en marzo de 2007, las cifras eran radicalmente diferentes, pues apenas tenían el permiso de estancia y residencia unos 2.300 rumanos. En realidad, en sólo un año se han entregado 16.000 nuevas tarjetas de residencia con lo que, restando las 13.000 de los rumanos, apenas quedan 3.500 más, en su mayoría concedidas a inmigrantes extracomunitarios (procedentes del norte de África y de América Latina, fundamentalmente). Los rumanos se han convertido en un año en los vecinos europeos más numerosos, por delante de los italianos y los portugueses (unos 3.000 súbditos por cada país).
El antes y el después, con un cambio tan radical de por medio, se explica por la entrada de Rumanía como miembro de pleno derecho en la Unión Europea, el 1 de enero de 2007, un trámite en el que le acompañó Bulgaria y que permitió la creación de la Europa de los Veintisiete. Entonces se abrió la puerta al libre tránsito de trabajadores por los demás Estados comunitarios, aunque España mantiene ciertas limitaciones hasta el próximo 2009.
Pero eso no ha frenado a los rumanos, que han elegido España como país para trabajar por varios motivos: “La oferta de trabajo en la agricultura y la construcción y la amplia red de servicios sociales públicos que facilita el Gobierno central”, explican desde la Secretaría de Estado de Inmigración, dependiente del Ministerio de Trabajo.
El incremento de Sevilla es el mayor registrado en todo el país y sólo es comparable al contabilizado en Madrid y en Levante, donde el número de rumanos también ha crecido entre un 200 y un 400%. La media de crecimiento en España ha sido del 150%, es decir, cuatro veces inferior al registrado en Sevilla y su provincia.
Como explican desde Inmigración, el contacto con la Embajada de Rumanía en España es “constante”, para cerciorarse de que esos contingentes los forman “trabajadores dispuestos a ayudar en su país y en el nuestro”, y no necesariamente “rumanos que viven en asentamientos en las periferias de las ciudades”. “Ésa es una imagen estereotipada, innegable en algunos casos puntuales, pero que no ayuda al colectivo de rumanos ni facilita la convivencia”, insisten.
Pese a los elevados datos recopilados en Sevilla, el ministerio explica insistentemente que no se puede hablar de llegadas en “oleadas”, sino de una concentración “puntual y coyuntural”, acelerada por la apertura de fronteras en la UE.
Sevilla aporta, reconocen, un par de valores añadidos a las bondades por las que los rumanos eligen España como destino: la existencia de una red sólida de familiares y conocidos ya asentados y la posibilidad de trabajar durante diferentes épocas del año en trabajos estacionales del campo (la aceituna de mesa en el mes de septiembre, la de almazara en diciembre, la fresa en el primer trimestre de cada año, el melocotón en mayo...).
Sevilla les sirve como centro de operaciones, aquí mantienen su domicilio, y se van desplazando a zonas cercanas, como Huelva, para poder trabajar todo el año. Precisamente, la cuestión del domicilio está causando quebraderos de cabeza a las autoridades, ya que se han detectado varios casos en los que entre 200 y 300 personas se dan de alta en una misma vivienda, bien en Sevilla capital, bien en la provincia.
“Y nosotros no podemos exigirles que nos den un domicilio exacto, porque un real decreto les ampara y les permite libertad de movimientos al ser ciudadanos comunitarios”, explica José Colsa, jefe de la Oficina de Extranjeros de la Subdelegación del Gobierno. Colsa puntualiza que, “evidentemente”, no hay 200 personas viviendo en un inmueble, sino que se usa la dirección de un conocido o un familiar para asentarse legalmente, aunque luego se resida en otro lugar.
“Perfil bajo” . Más allá de la inyección de trabajadores rumanos, la radiografía de la inmigración en Sevilla es de “perfil bajo”, a ojos de la Secretaría de Estado de Inmigración, en comparación con otras grandes ciudades de su tamaño.
Actualmente, el padrón cifra en 58.883 los extranjeros registrados (sumando capital y provincia), una cifra que supone apenas el 4% de la población total de Sevilla, cuando el peso total de los foráneos en la población española ha alcanzado este 2008 el 11%. Las dos grandes capitales (Madrid y Barcelona) y ciudades costeras como Málaga, Valencia o Alicante siguen siendo mayores focos de atracción para los inmigrantes. No obstante, el número de extranjeros de Sevilla ha crecido un 600% en los últimos siete años, según confirmó el pasado lunes el subdelegado del Gobierno en Sevilla, Faustino Valdés.
El inmigrante tipo que reside en Sevilla tiene entre 20 y 44 años (32,6 años de media, medio año más joven que la media nacional y tres más que la media andaluza). Mayoritariamente son hombres (51,28% frente al 48,71% de mujeres), aunque el equilibrio entre sexos es notable, y cuentan con un nivel educativo similar al de los propios sevillanos. “Otra cosa es que un médico se vea abocado a trabajar de cajero”, resume gráficamente José Colsa. Por orden, se dedican a la hostelería, la agricultura, los servicios y la construcción.
Los datos, aportados por la Oficina de Extranjeros de la Subdelegación del Gobierno central en Sevilla, reflejan un vuelco que ya era palpable en las calles: los rumanos forman el colectivo de extranjeros –comunitarios y no comunitarios– más numeroso en Sevilla y su provincia, con 13.426 personas con tarjeta de residencia. Marruecos, con 6.646 tarjetas, Colombia, con 3.879, y Ecuador, con 3.859, le siguen a notable distancia, como los chinos, que aportan 1.400 nuevos sevillanos.
Hace un año, en marzo de 2007, las cifras eran radicalmente diferentes, pues apenas tenían el permiso de estancia y residencia unos 2.300 rumanos. En realidad, en sólo un año se han entregado 16.000 nuevas tarjetas de residencia con lo que, restando las 13.000 de los rumanos, apenas quedan 3.500 más, en su mayoría concedidas a inmigrantes extracomunitarios (procedentes del norte de África y de América Latina, fundamentalmente). Los rumanos se han convertido en un año en los vecinos europeos más numerosos, por delante de los italianos y los portugueses (unos 3.000 súbditos por cada país).
El antes y el después, con un cambio tan radical de por medio, se explica por la entrada de Rumanía como miembro de pleno derecho en la Unión Europea, el 1 de enero de 2007, un trámite en el que le acompañó Bulgaria y que permitió la creación de la Europa de los Veintisiete. Entonces se abrió la puerta al libre tránsito de trabajadores por los demás Estados comunitarios, aunque España mantiene ciertas limitaciones hasta el próximo 2009.
Pero eso no ha frenado a los rumanos, que han elegido España como país para trabajar por varios motivos: “La oferta de trabajo en la agricultura y la construcción y la amplia red de servicios sociales públicos que facilita el Gobierno central”, explican desde la Secretaría de Estado de Inmigración, dependiente del Ministerio de Trabajo.
El incremento de Sevilla es el mayor registrado en todo el país y sólo es comparable al contabilizado en Madrid y en Levante, donde el número de rumanos también ha crecido entre un 200 y un 400%. La media de crecimiento en España ha sido del 150%, es decir, cuatro veces inferior al registrado en Sevilla y su provincia.
Como explican desde Inmigración, el contacto con la Embajada de Rumanía en España es “constante”, para cerciorarse de que esos contingentes los forman “trabajadores dispuestos a ayudar en su país y en el nuestro”, y no necesariamente “rumanos que viven en asentamientos en las periferias de las ciudades”. “Ésa es una imagen estereotipada, innegable en algunos casos puntuales, pero que no ayuda al colectivo de rumanos ni facilita la convivencia”, insisten.
Pese a los elevados datos recopilados en Sevilla, el ministerio explica insistentemente que no se puede hablar de llegadas en “oleadas”, sino de una concentración “puntual y coyuntural”, acelerada por la apertura de fronteras en la UE.
Sevilla aporta, reconocen, un par de valores añadidos a las bondades por las que los rumanos eligen España como destino: la existencia de una red sólida de familiares y conocidos ya asentados y la posibilidad de trabajar durante diferentes épocas del año en trabajos estacionales del campo (la aceituna de mesa en el mes de septiembre, la de almazara en diciembre, la fresa en el primer trimestre de cada año, el melocotón en mayo...).
Sevilla les sirve como centro de operaciones, aquí mantienen su domicilio, y se van desplazando a zonas cercanas, como Huelva, para poder trabajar todo el año. Precisamente, la cuestión del domicilio está causando quebraderos de cabeza a las autoridades, ya que se han detectado varios casos en los que entre 200 y 300 personas se dan de alta en una misma vivienda, bien en Sevilla capital, bien en la provincia.
“Y nosotros no podemos exigirles que nos den un domicilio exacto, porque un real decreto les ampara y les permite libertad de movimientos al ser ciudadanos comunitarios”, explica José Colsa, jefe de la Oficina de Extranjeros de la Subdelegación del Gobierno. Colsa puntualiza que, “evidentemente”, no hay 200 personas viviendo en un inmueble, sino que se usa la dirección de un conocido o un familiar para asentarse legalmente, aunque luego se resida en otro lugar.
“Perfil bajo” . Más allá de la inyección de trabajadores rumanos, la radiografía de la inmigración en Sevilla es de “perfil bajo”, a ojos de la Secretaría de Estado de Inmigración, en comparación con otras grandes ciudades de su tamaño.
Actualmente, el padrón cifra en 58.883 los extranjeros registrados (sumando capital y provincia), una cifra que supone apenas el 4% de la población total de Sevilla, cuando el peso total de los foráneos en la población española ha alcanzado este 2008 el 11%. Las dos grandes capitales (Madrid y Barcelona) y ciudades costeras como Málaga, Valencia o Alicante siguen siendo mayores focos de atracción para los inmigrantes. No obstante, el número de extranjeros de Sevilla ha crecido un 600% en los últimos siete años, según confirmó el pasado lunes el subdelegado del Gobierno en Sevilla, Faustino Valdés.
El inmigrante tipo que reside en Sevilla tiene entre 20 y 44 años (32,6 años de media, medio año más joven que la media nacional y tres más que la media andaluza). Mayoritariamente son hombres (51,28% frente al 48,71% de mujeres), aunque el equilibrio entre sexos es notable, y cuentan con un nivel educativo similar al de los propios sevillanos. “Otra cosa es que un médico se vea abocado a trabajar de cajero”, resume gráficamente José Colsa. Por orden, se dedican a la hostelería, la agricultura, los servicios y la construcción.
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