Desembarco calé en Cartuja
José Gómez Palas
Nada más rebasar el torno de entrada, Aurora no pudo reprimirse: “¡Viva Gorge Morilloooo!”. Ella y sus hijos fueron algunos de los afortunados beneficiarios de la “excursión” a Isla Mágica organizada ayer por el célebre educador de calle con familias gitanas de las Tres Mil.
Chanclas veraniegas, tirantas, algún que otro tatuaje bien visible, pelaje ensortijado, cadenas de oro, pendientes largos... El grupo apenas alcanza las 20 personas, la mayoría de ellas niños. “Son de la familia de los Soto y los Carrillo, y provienen del antiguo asentamiento chabolista de los Bermejales.
Gente estupenda”, insiste Jorge Morillo mientras reparte las últimas instrucciones a la entrada: “Sería conveniente que las entradas las entregáseis a vuestros padres para que no se pierdan”.
El jolgorio infantil se desborda. Loli, Antonio, Milagros, Lorena, Reme, Sinaí y Yumalai –“el nombre es por lo de la novela”–, entre otros pequeños, viven su primera jormada en el parque temático sevillano. “Para ellos, este día se les quedará grabado para toda la vida. El objetivo es la integración, educar en valores de una forma lúdica, es una forma de aprender jugando”, explica Morillo al enjambre de periodistas que siguen a los excursionistas de atracción en atraccción.
El Centro Andaluz de Alto Rendimiento es quien patrocina esta actividad, aunque en esta ocasión no hay presupuesto ni para traslados en autobús ni para comidas. “Me cuesta la misma vida encontrar financiación cada vez que monto una historia de éstas. Estamos muy limitados tanto económicamente como en participación de voluntarios”, se queja el educador sociocultural y cabeza visible de la asociación Educar en la Calle, de la que por cierto es socia Amalia Gómez, la ex secretaria de Asuntos Sociales del Gobierno Aznar. “Ella dice que somos la ONG más pequeña del mundo”.
Lo de la intendencia no es mayor problema. Aurora, la veterana del grupo calé, ha llenado una pesada bolsa con “jamburguesas, pechuga de pollo, salchicas y un par de cola-colas”. Eso sí, advierte a los periodistas que no digamos nada a “naide” porque los responsables del parque han hecho una excepción para dejarles entrar la comida. Tras un primer malentendido en la tienda de recuerdos de la entrada, el grupo se esparce por el parque a pasar un día especial de verano entre atracciones y juegos. “Paa, yo me quiero subir allí”. La primera parada, el tren de Potosí. Uno de los niños, Moreno, pierde una zapatilla bajo los raíles de esta montaña rusa infantil. Hay que llamar a mantenimiento para rescatarla, pero mientras tanto el grupo sigue la marcha con una zapatilla menos.
La siguiente excursión con familias gitanas será a la Expo de Zaragoza. “¡Viva Gorge Morilloooo!”.
Chanclas veraniegas, tirantas, algún que otro tatuaje bien visible, pelaje ensortijado, cadenas de oro, pendientes largos... El grupo apenas alcanza las 20 personas, la mayoría de ellas niños. “Son de la familia de los Soto y los Carrillo, y provienen del antiguo asentamiento chabolista de los Bermejales.
Gente estupenda”, insiste Jorge Morillo mientras reparte las últimas instrucciones a la entrada: “Sería conveniente que las entradas las entregáseis a vuestros padres para que no se pierdan”.
El jolgorio infantil se desborda. Loli, Antonio, Milagros, Lorena, Reme, Sinaí y Yumalai –“el nombre es por lo de la novela”–, entre otros pequeños, viven su primera jormada en el parque temático sevillano. “Para ellos, este día se les quedará grabado para toda la vida. El objetivo es la integración, educar en valores de una forma lúdica, es una forma de aprender jugando”, explica Morillo al enjambre de periodistas que siguen a los excursionistas de atracción en atraccción.
El Centro Andaluz de Alto Rendimiento es quien patrocina esta actividad, aunque en esta ocasión no hay presupuesto ni para traslados en autobús ni para comidas. “Me cuesta la misma vida encontrar financiación cada vez que monto una historia de éstas. Estamos muy limitados tanto económicamente como en participación de voluntarios”, se queja el educador sociocultural y cabeza visible de la asociación Educar en la Calle, de la que por cierto es socia Amalia Gómez, la ex secretaria de Asuntos Sociales del Gobierno Aznar. “Ella dice que somos la ONG más pequeña del mundo”.
Lo de la intendencia no es mayor problema. Aurora, la veterana del grupo calé, ha llenado una pesada bolsa con “jamburguesas, pechuga de pollo, salchicas y un par de cola-colas”. Eso sí, advierte a los periodistas que no digamos nada a “naide” porque los responsables del parque han hecho una excepción para dejarles entrar la comida. Tras un primer malentendido en la tienda de recuerdos de la entrada, el grupo se esparce por el parque a pasar un día especial de verano entre atracciones y juegos. “Paa, yo me quiero subir allí”. La primera parada, el tren de Potosí. Uno de los niños, Moreno, pierde una zapatilla bajo los raíles de esta montaña rusa infantil. Hay que llamar a mantenimiento para rescatarla, pero mientras tanto el grupo sigue la marcha con una zapatilla menos.
La siguiente excursión con familias gitanas será a la Expo de Zaragoza. “¡Viva Gorge Morilloooo!”.
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